LA VOZ DEL “PUEBLO”

Hace unos días se publicó en “La Opinión Austral”, diario tradicional en la provincia de Santa Cruz, una carta de un grupo de vecinos de Las Heras repudiando la actitud crítica del cura Vicego, curiosamente el mismo día que se llevó a cabo la movilización pidiendo justicia por los detenidos del caso Sayago y en rechazo de la presencia de Gendarmería en esa localidad, por considerarlo un agitador social.

El tenor de la carta rechazaba rotundamente la manera “improcedente” del párroco que “hablaba por todos” defendiendo intereses ajenos a su desasosiego.
No creían que el accionar de la justicia fuera tan desmedido, ya que no les constaba que los detenidos no fueran los verdaderos culpables.
Por un lado la actitud de repudio es una embestida personal contra una entidad religiosa, pero ¿qué esconde realmente este mensaje?. No se puede dejar de advertir que el poder de la iglesia ha sido el único que puso en jaque al Frente para la Victoria en todos sus niveles. La intromisión dentro de la curia por parte del presidente, tuvo un costo político que todavía hoy recuerda con disgusto. ¿Por qué Vicego puede entorpecer?. La justicia, el congreso, el poder ejecutivo en todos sus niveles han demostrado tener precio, y en un kirchenrita la regla básica es “¿cuánto vale?”. Siempre que se tienen los mismos códigos la lógica del juego es una sola, cuando la matriz difiere se cruzan. He aquí el gran dilema de un hombre que no se somete repercutiendo en todo un esquema político, con el agravante de su investidura.
Si la primera fase no resulta se recurre al plan B: Amedrentar igual silencio. Esta ha sido la ecuación más práctica utilizada por los dirigentes políticos de Santa Cruz, que lejos distan de ser estadistas, sino meros ejecutores del Supremo Hacedor.

¡Dale poder a un hombre y lo conocerás!

El poder está creciendo más rápido que la sabiduría, podría decirse en estos casos. Los principios que rigen sobre la naturaleza de las cosas no son los mismos que rigen al hombre, por eso inmiscuirse en preceptos ajenos a la compresión es hundirse en el abismo de la propia ignorancia. He aquí la gran falencia de los políticos Kirchneristas, creer que todo se puede con el vil metal. Y si no da los resultados esperados, se recurre a las más bajas de las expresiones: la agresión. Pero cuando la provocación existe mediante una palabra anónima se corre el riesgo de perder la libertad por el propio miedo de no saber quien las dice. Y ese método es tan ofensivo como la agresión misma.




“Una injusticia hecha a uno solo es una amenaza hecha a todos”
Montesquieu


Juliana Lasagno
julianalasagno@gmail.com